Construcción Etérea


El manantial de la vida diluye agua poco a poco por las veredas de la existencia, baña con su tibia sensación los acres más fríos, en búsqueda del equilibrio del todo. Pero no nos dejamos sumergir en aquella elipse de pasión que ha trascendido nuestro ser en todas las épocas; y nos perdemos del gozo que se oculta al inicio de la montaña, porque desde temprano escalamos mirando hacia arriba.
Dejémonos caer por el abismo, es hora de volar lejos de esta cotidianidad que destruye lo bello e importante.
Vivimos mecánicamente, en un mundo que fue creado libre y espontáneo, gratis para todos, y supremo en todas las cualidades que lo hacen sencillamente perfecto.
Lo material ahoga nuestros sueños, convirtiéndolos en pesadillas que sucumben nuestro espacio. El sufrimiento por las cosas que no son innatas en nosotros, frena el paso de las aguas que buscan arroparnos con ternura, privándonos del puro sentir del aire que se inhala y es vida.

Debemos construir, pero sin concreto.
Debemos elaborar con nuestro espíritu.

El alma de todos necesita vivir en libertad, desencadenada de los bienes, motivada por la amplitud del cielo, e impulsada como copos de algodón hacia las nubes.
Unámonos, como somos uno, y deberíamos de importarnos de igual manera unos a otros. Si no nos apreciamos, no nos tenemos, y si no nos tenemos, estamos solos.

Juntos podemos sumergirnos en el manantial de la eternidad, lleno de los rayos que dan luz al sol de nuestra vida. Dejémonos ahogar en las impresiones que nacen naturales del ambiente.
Comprendamos el todo que busca el equilibrio de lo hermoso, y comencemos a CONSTRUIR.

Dejemos de DESHACER.

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