Parlanchina

Dios, me encanta sentir como el aire de la tibia lluvia se expande sobre la burbuja que trasciende mi universo personal. Y alimenta los poros de mi piel, adornando mi rutina diaria con su perfume mojado de pureza.

Me siento grande, como si pudiera magnificar el mundo terrestre con una sola palabra, capaz de pintar con su sonido cada rincón de la ciudad. Nacen de mi interior las ganas de hablar sin detenerme, de obviar hasta la grata respiración por unos segundos eternos. Para así, poder expresar con mis sentidos la magia que agobia mi ser desde dentro, escapándose a mi exterior. Esta lluvia, baña mi rostro con letras difuminadas en pasteles, que se desmoronan ante una ávida presión. A su vez, alimenta cada pensamiento, todas las razones, y da dicha a las confusiones que se desatan ante una pregunta sin respuesta.
Sus gotas me ahogan con la naturalidad de su esencia, llenándome, haciéndome sentir repleta de sueños e ilusiones efervescentes. Limpia todos los episodios de mi mente, regalándome nubes elaboradas con palabras, que se suspenden exactas en mi horizonte.

Es que es lluvia, “barrida de impurezas”, citando a un autor dominicano que tanto me gusta.

Quisiera gritar, reír, hablar, roncar, cantar, expresarles todo con un megáfono ultrasónico. Pero el silencio es muy hermoso. Y la música, suprema.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Expresalo.