Miro fijamente a la nada con los ojos cerrados, en la punta del perímetro que sostiene mi cuerpo, girando en ruedas de sal oportunas, las burbujas que se posan en mis carnes más tiernas.
Es la saliva que forman las palabras de sus bocas, las secreciones que dejan y toman.
El dedo que recorre de arriba abajo mis labios, al revés y al derecho, sucumbe sin pensar, sin querer o consentir las fragilidades de mi cuerpo. Es tristeza, es vacío, es la nada que lo toca todo centímetro por centímetro, pintando de blanco los espacios que llena de sol mi alma.
Es la saliva que fluye por mi cuerpo, inconscientemente, satura estos deseos.
No puedo dejar de sentirla, esta en todos lados, en todas partes, rodeándome con sus pegajosos brazos, sintiéndome sudar del nerviosismo.
Me escondo en el mar, debajo de una concha azul marina; rellena de perlas violetas, caída del espacio sideral. Y ahí estas, creando espasmos en mis células.
Wuuaa.
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