Me encanta como me sobas la nalga.
La aprietas con un gusto transparente, natural, sutil pero porno.
Con tus calidos y ansiosos dedos las redondeas, dándole la forma de una cereza.
En tu cara se puede ver la expresión del gusto jugoso, candente, encendío con solo enterrar tus uñas en las partes voluptuosas de mi piel.
Pudiera dejar que te pasaras el día completo ahí, amasando, apretando, exprimiéndome en partículas de carne y deseo, sacándome el queso por los poros, dándome nalgadas con la lengua, lleno de morbo, haciéndome de la forma que quieras.
Como me gustaría romperte un brazo.
A cada momento, minuto, segundo, sin hablarte, bueno, sólo después de desbaratarte para escupir el éxtasis de nuestras bocas. Y poder vomitar las risas, los besos, mordidas, enjaguarnos la vida con la insensatez de las almas, ser en sueños y en espasmos. Pero siempre, volviendo a cogerte y joderte con el amor y la ternura de una femme Nikita montada en los espíritus de un caballo salvaje del bosque.
Me has convertido en carnívora.
Quiero desgarrarte los músculos con mis piernas, ahorcarte en delirios, masturbaciones, mientras aguantamos la mutua esperma que forman las formas de nuestras carnes
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